Como casi todo lo que es genial o inmejorable, la carita sonriente es uno de los logos más simples de la historia. Un círculo que rodea dos ojos compuestos por dos círculos ovalados y una boca compuesta por una semicircunferencia orientada hacia arriba y que se cierra por dos pequeñas líneas que simulan el gesto de la boca al sonreír. El color que eligió el diseñador del logo tampoco se eligió al azar, el color amarillo se asocia a la felicidad, a la primavera, el sol y la vida.

La historia de este gran éxito del diseño es tan curiosa como sorprendente: el logo fue un encargo que una compañía de seguros en Worcester, Massachusetts, le hizo en 1963 al diseñador gráfico Harvey Ball en 1963. Cuenta la leyenda que Ball tardó diez minutos en dibuixar una carita sonriente sobre un fondo amarillo y que cobró por dicho trabajo $45.

Lo curioso de la historia de este gran logotipo es que fue creado con la intención de levantar el ánimo a los empleados de la compañía de seguros pero consiguieron llegar mucho más lejos que al reducido grupo de trabajadores de la compañía. De una forma casi viral, pronto se utilizó en todo soporte en el que se pudiese reproducir el diseño y todo el mundo que lo conocía lo utilizaba para transmitir felicidad al receptor del mensaje. Ball nunca se imaginó la magnitud de lo que había creado y tal vez por este motivo nunca patentó su diseño.

A principios de los años 1970, los hermanos Murray y Bernard Spain utilizaron el logotipo de la carita sonriente para comercializar productos de todo tipo, desde botones hasta pegatinas bajo el lema “have a nice day” (“que tengas un buen día”) y fue entonces cuando se convirtió en un símbolo de masas. El logotipo se había asociado a un mensaje muy claro y evocador, perfecto para verbalizar lo que todos deseamos: Tener un buen día.